La Inteligencia Emocional (IE) ha emergido como una competencia esencial en diversas áreas, especialmente en la psicología clínica y la educación médica. Su importancia radica en su capacidad para mejorar la comunicación, fortalecer las relaciones interpersonales y ayudar en la gestión del estrés, lo que en última instancia conduce a una mejor atención y resultados clínicos.
A través del tiempo, la IE se ha vinculado con múltiples beneficios tanto en la esfera personal como profesional. En un entorno clínico, la habilidad de manejar las propias emociones y entender las de los demás puede ser crucial para el éxito terapéutico. Sin embargo, pese a su relevancia, la formación formal en IE es aún escasa en muchos programas curriculares.
El desarrollo de la Inteligencia Emocional entre los profesionales sanitarios ha sido objeto de varios estudios, uno de los cuales se centra en la influencia de las prácticas clínicas. Este análisis busca comprender cómo las experiencias prácticas durante la educación de enfermería pueden moldear la percepción y el uso de la IE entre los estudiantes.
Un estudio realizado en universidades españolas evaluó a 149 estudiantes de enfermería mediante el cuestionario TMMS-24 antes y después de sus prácticas clínicas. Los resultados revelaron un aumento significativo en la percepción de la IE, especialmente en entornos como el quirófano, donde la interacción emocional es intensa y constante.
El estudio adoptó un enfoque longitudinal y observacional, asegurando una visión profunda sobre cómo evoluciona la IE durante las prácticas. Además, se evaluaron variables como género, edad y factores de estrés, ofreciendo una perspectiva holística del entorno de aprendizaje.
La muestra fue predominantemente femenina, con una media de edad de 23.36 años. Estos demográficos proporcionan un contexto sobre el grupo estudiado, permitiendo correlacionar los cambios en la IE con experiencias específicas durante las prácticas.
Los hallazgos indican que la duración y el entorno de las prácticas clínicas influyen directamente en el desarrollo de las habilidades emocionales. Aquellos estudiantes que experimentaron prácticas más prolongadas mostraron mejoras marcadas en su IE, sugiriendo que la exposición continua a situaciones emocionantes fomenta un mejor manejo emocional.
Por otro lado, se identificó que el quirófano, un ambiente de alta presión, contribuyó significativamente al aumento de la IE. Esto puede atribuirse a las demandas de comunicación efectiva y la necesidad de gestionar emociones en situaciones críticas.
Para integrar la enseñanza de la IE en los planes de estudio de profesiones sanitarias, es crucial considerar varias estrategias. La incorporación de módulos de IE en currículos existentes podría equipar mejor a los estudiantes para manejar sus emociones y las de sus pacientes.
Las simulaciones y talleres prácticos ofrecen un método efectivo para enseñar IE. Estos entornos de aprendizaje controlados permiten a los estudiantes practicar y recibir retroalimentación sobre su manejo emocional en situaciones simuladas pero realistas.
La inteligencia emocional es una herramienta poderosa en la psicología clínica. Su desarrollo puede mejorar significativamente las habilidades interpersonales y la capacidad de respuesta emocional, beneficiando tanto a los pacientes como a los profesionales de la salud.
Fomentar la IE durante la educación ayuda a preparar a los estudiantes para los desafíos emocionales en sus futuras profesiones, creando un impacto positivo en su bienestar personal y en la calidad de atención que brindan.
Desde una perspectiva técnica, la inclusión de la IE en la formación clínica puede ser implementada mediante enfoques integrativos que consideren tanto los aspectos cognitivos como emocionales de la formación profesional. Evaluaciones periódicas y seguimiento post-práctica pueden optimizar el desarrollo de la IE.
Las instituciones educativas deberían priorizar investigaciones continuas en este campo para identificar y estandarizar las mejores prácticas para enseñar IE, garantizando que los futuros profesionales de la salud estén bien equipados para gestionar las complejidades emocionales de su ámbito laboral.
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